Javier Ospina Baraya hijo de una familia valiente contra el narcotráfico
Juan Gonzalo Ospina padre, así son algunas búsquedas que relacionan a quienes buscan a mi hijo el abogado penalista que se abre paso por sus méritos propios en defensa de la ley, el estado de derecho y el derecho de defensa bajo los principios y valores que siempre le enseñé.
MIS ORÍGENES
Nacido en Bogotá, y licenciado en Administración y Finanzas en Miami, maestría en Administración de Puertos en Hamburgo y máster en Comercio Exterior en Madrid, soy un empresario que estudia las diferentes oportunidades económicas que surgen a nivel internacional, startups, inmobiliario o energías renovables son algunos de los sectores en los que me desenvuelvo entre Miami, Bogotá y Europa. Sin embargo no siempre me dediqué a la empresa privada, también al periodismo cuando residía en España como presidente de la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera (ACPE) o incluso en el sector público como vicecónsul de Colombia en los años 80 ante las dificultades del país particularmente en la venta del café.
Nunca en mi vida he tenido un problema con la justicia, jamás he sido investigado, procesado y mucho menos enjuiciado por un hecho delictivo y tampoco he tenido procesos civiles con terceros ya que me considero una persona que cumple con sus obligaciones con la comunidad.
LA TRADICIÓN FAMILIAR
Cuando los buscadores dirigen la búsqueda de: “Juan Gonzalo Ospina padre” veo que poco se habla de la tradición política de la familia. Bisnieto de un ex presidente Mariano Ospina Pérez, nieto de un congresista y embajador Mariano Ospina Hernández, sobrino de una embajadora de Colombia, o hijo de un vicecónsul. Sin embargo, pese a los logros familiares, comprometidos durante décadas en la defensa de las clases populares tanto desde la política como el mundo social, siempre le inculqué a mis cuatro hijos el espíritu de sacrificio individual, sin caer en la nostalgia de réditos pasados, éxitos o fracasos en los que mucho menos han participado. Los éxitos familiares tienen que servir como un aliciente de superación, como orgullo de una tradición querida, pero nunca como una excusa egocéntrica para no progresar y ayudar a los demás.
EL ASESINATO DE MI HERMANO LISANDRO
La familia Ospina y más en particular los descendientes de mi abuelo, el ex presidente de la República Mariano Ospina Pérez, cuyos logros no voy a relatar aquí, nos sostuvimos unidos, y sólidos en los peores años de plomo del narcotráfico colombiano hasta el punto de sufrir el peor de todos los atentados, el secuestro y asesinato a la edad de 30 años de mi hermano menor, Lisandro Ospina, una víctima inocente del narcotráfico y en particular del peor de los villanos, Pablo Escobar, aplaudido en alguna serie televisiva de la actualidad y algún tuitero, ante el dolor de los familiares que hoy por la ruindad de algunos tenemos que revivir el recuerdo de aquel adiós de nuestros seres queridos.
LA EXTRADICIÓN CON EEUU
Mi abuela, Bertha Hernández de Ospina recta y honesta, publicó en diferentes lugares que estaba a favor de la extradición de los secuaces del narcotráfico a los EEUU para cumplir sus penas. Mi padre Mariano, hizo campaña a favor de que se aprobara la ley de extradición y que los asesinos y amigos del mal dejarán de actuar con impunidad ante las dificultades de las autoridades colombianas a perseguir el narcotráfico.
Esta posición de los Ospina no gustó nada a los cárteles de la droga que nos declararon familia non grata y a medida que mi abuela y padre subían el tono para aprobar la ley las amenazas aumentaron y los atentados para callarnos llegaron.
Sin embargo nunca nos callaron. El acoso y derribo nunca cesó y con la muerte de mi hermano tampoco. La desinformación ocupó algunos medios y con ello la postverdad.
La realidad es que los grandes carteles del narcotráfico estaban tocados y con fecha de caducidad gracias a la colaboración de la sociedad civil y la policía, las nuevas leyes para perseguir el crimen y la labor de jueces y fiscales.
Nunca jamás ningún Ospina Baraya ha sido investigado, enjuiciado o condenado por un delito de narcotráfico. Todo lo contrario, fiscales, jueces y miembros del orden agradecen la colaboración de la familia para acabar con Pablo Escobar. Desde el fiscal Gustavo de Greiff a jueces como el asesinado Tulio Manuel Castro Gil. Ni yo, ni ninguno de mis hermanos pese a las columnas falsas y mentiras cobardes que escriben los “valientes del siglo XXI” desde el sofá de su casa viendo una serie de televisión. Y si no es así, me gustaría ver una sola prueba objetiva, policial o judicial que acredite tales acusaciones.
Lo único cierto es qué ovejas negras hay en todas las familias y la mía no iba a pasar desapercibida. El mayor de mis hermanos, Mariano, tuvo un juicio en EEUU al recibir como pago en la venta de una finca en Colombia un dinero que el comprador no había declarado ante las autoridades convirtiéndose tal venta en un fraude y por ello en un ilícito penal. Aún así, y ante el dolor que supone tener un hermano así, nuestra relación familiar es nula.
Por ello, al leer como algunos pseudo historiadores se valen de notas de prensa y novelas para dañar a la familia con mentiras, podría señalar lo triste que es revivir el dolor de una familia que sufrió el asesinato de un hermano hace más de 30 años, y poner en valor que pese a que la mentira a veces da más morbo que la realidad, se diga la verdad.
EN EL RECUERDO DE QUIENES PERDIERON UN SER QUERIDO
Valientes todos los colombianos que en los años 80 y 90 dieron su vida por Colombia, y que sin ellos no sería el país que hoy tenemos hoy. A todas las víctimas del narcotráfico, mi afecto y cariño, y a todos los amigos del mal, los que se hacen cómplices suyos orquestando la desinformación y el dolor ajeno, deseo desde lo más profundo de mi corazón, que jamás tengáis que enterrar a un familiar que tenía toda la vida por delante, por algo que nunca tuvo que ver.
A mi hermano Lisandro allí donde estés, te queremos, D.E.P.
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